La
noche luce estática,
mientras
las manecillas del reloj
se
diluyen como lagrimas
que inútilmente
pretenden embelesar
ese
rostro entristecido y apagado.
Podría
jurar que el tiempo ha muerto.
Si no
fuese por esas estrellas
que
aparecen de pronto;
Sino fuese
por ese invisible caminar
de la
luna a través de mi ventana.
Si no
fuese porque sigo aquí
mirándolas
pasar;
Si no
fuera por esa marea violenta
llena de
melancolía
que llega
sin previo aviso.