La balsa de Caronte

La balsa de Caronte
José Benlliure. La barca de Caronte (1919). Valencia, Museo de Bellas Artes

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Mariposas en el campo santo



El gentil y frágil aleteo de esas alas blancas
Va marcando el azaroso camino
Con un etéreo aroma sepulcral
De aquel par de  mariposas
Que juegan a seducirse en medio del campo santo
Entre petrificados recuerdos de vidas pasadas.
Postrándose por tan solo unos segundos
Sobre esas rosas ya marchitas,
Expresión del silencioso amor
Que nace de esa lagrima
Del viejo que guarda silencio  las tardes enteras
Mirando el horizonte
Recordando segundo a segundo
El tiempo que paso con ella
Escuchando en su mente aquella melodía
Con la cual se ayudaba para decirle… ¡te quiero!
Reviviendo ese baile
 En medio de la solitaria noche de octubre,
Bajo esa luna platina y el romántico cantar
De los insectos nocturnos
Que permanecían como incógnitos espectadores
 En medio de las sombras.
Una lágrima más resbala,
A través de ese rostro marcado por el tiempo
El viejo permanece quieto hasta que ésta se colapsa
Entre el terciopelo de los pétalos de aquella rosa roja.
Mientras las mariposas se alejan entre las piedras
Dejando ese dulce aroma lleno de recuerdos del tiempo
El viejo se levanta para iniciar su lenta marcha de vuelta a casa
Mientras coloca sus manos dentro de las bolsas del pantalón
Postra su mirada cristalizada por sobre aquellas letras
Que algún día le pertenecieron
A aquella que un día le dijo…te amo  
Comienza a silbar esa triste melodía
Mientras se pierde lentamente entre el horizonte
Casi nocturno de esta gran ciudad de México.

lunes, 29 de agosto de 2011

Insomnio


Tranquilamente la noche avanza, al igual que el peso de los parpados que nublan mi vista. La imposibilidad de conciliar el sueño se debe a los pensamientos que caen retumbando en mi cerebro, cual brutales martillazos secos y monótonos. Casi tres cigarros se han consumido, mi garganta lo atestigua. Intente cerrar los ojos y obtener así el sueño que busco, que físicamente necesito, pero no pude conseguirlo más que un par de segundos. La soledad y el silencio, con el paso de los minutos comienzan a provocar una desesperación que me conducirán a una inevitable angustia y dolor. Vuelvo a tomar la pluma y a escribir esta sensación casi olvidada. No trato, tras los continuos fracasos, de conseguir ganar el sueño, sino tan solo distraer mi mente, olvidarme aunque sea por un instante de esos pesados golpes en mi cabeza, alejarme de estos etéreos bullicios que nacen sin cesar en mi mente, tal como en una maquina que jamás duerme, que jamás muere. Fumare el ultimo cigarro de la caja, espero silenciar mi pensamiento, quizás logre que algunos cuantos recuerdos escapen de entre mis dientes junto a ese humo que se aleja hasta desvanecerse lentamente.

Poder descansar de esta tristeza que tanto me demanda, se vuelve en estos días, un ejercicio cada vez más cotidiano, pero no por ello mas eficaz. Por lo pronto el único consuelo aunque banal, pero el más cercano, y al cual me aferro como una bestia a su presa, es el hecho de que esto no permanecerá por siempre.

miércoles, 20 de julio de 2011

A través de la ventana


La luz, el mundo, la vida se mueve...incesantemente, vertiginosamente, desenfrenadamente....muriendose a cada rato, transformanse, resignificandose. A nuestras espaldas el cementerio y ese romántico mito de aquellos gigantes de grandes azañas. Desnudo, es decir vulnerable, ante el mundo caminando, a veces corriendo hasta que las piernas flaquean y terminan por vencerse, y muchas otras arrastrándome, sin tener la mínima ídea de saber a donde voy o si realmente lo que quiero es llegar. La presencia de una sonrisa se vuelve inevitable, soñada...inmaculada. El deseo de extender mis brazos y dejar que el mundo me arrastre por azarosos caminos llenos de experiencia, de vida, de muerte; me lleve o me devuelva, cabalgando o volando, o simplemente aparaciendo de repente, entre luces y sombras, en entre una multitud llena de sueños, trasformadores, revolucionarios. Todo este mal formado discurso pasó en tan sólo un segundo, en tan sólo una vida, através de lo que miro por la ventana. Es hora, sin avisar siquiera, de abrir-atravesar la puerta, de crear poemas que vaguen libremente a través del viento, lentamente, silenciosamente...eternamente.

martes, 10 de mayo de 2011

El viento y las hojas


Los recuerdos son arrebatados por el tiempo de manera súbita, reinventados a cada instante en el devenir de la memoria. Tal como el viento arrastra las hojas secas inesperadamente a través del espacio en una suerte de danza opacada por la cotidianidad, ignorada por los infinitos ojos de las personas que miran sin ver, que caminan sin sentir, que existen sin vivir. Danza que se reconstruye a cada instante, sin más guiones que aquel que le impone el siempre impredecible azar.

Si tan solo supieran que las miro, que escucho el dulce susurro formado en el vaivén de sus esporádicos movimientos. El sonido del mundo difuminándose en un insignificante y frágil silencio. Tal parece que me hayo en medio de un delirio, en donde el tiempo parece detenerse al ritmo de esa hipnótica danza, en donde el color envejece, volviendo opaca y gris esa materialidad que vivo a través de mi experiencia sensible.

El viento se aleja dejando esa tierna caricia en mi rostro, mientras las hojas se deslizan fatigadas lentamente hacia el suelo. Sin saber siquiera que las miro, que las escucho. Y así, en el mismo instante el silencio huye y el tiempo vuelve.